Consejos para turistas

Delta del río Orinoco

Antes de nuestro viaje al Delta del Orinoco, tenía mis dudas: pensé que solo veríamos otra atracción turística: actores vestidos de "indios" mostrando a los turistas escenas de la vida de los indígenas. Pero me equivoqué.

Tras un par de horas dando tumbos en coche por los polvorientos caminos de la sabana, desembarcamos en un pequeño pueblo. Un barco nos esperaba en el muelle. Tras cargar el equipaje, partimos en busca de los indígenas warao.


Los primeros europeos llegaron al Delta del Orinoco tras la llegada de Colón. Allí encontraron viviendas warao construidas sobre pilotes y conectadas por puentes. Esta sencilla arquitectura les recordó a Venecia, y las nuevas tierras recibieron el nombre de "Venezuela" ("la pequeña Venecia").


"Warao" significa "gente de los barcos", y toda la vida en el delta gira en torno a las embarcaciones. Incluso la palabra "casa" —janokō— significa "lugar para una embarcación". Esto describe acertadamente la forma en que los indígenas abordaban sus viviendas, que suelen ser plataformas hechas de tablones o troncos de palma. Sobre ellas hay un techo para protegerse de la lluvia, también construido con hojas de palma o juncos. No hay paredes. Unas pocas hamacas, tejidas por las mujeres con fibras de palma, constituyen la esencia de su sencilla vida.


Los warao aprenden a navegar desde la infancia. Rara vez cazan; se dedican principalmente a la pesca y la recolección. Algunas comunidades, si el suelo lo permite, cultivan hortalizas y arroz. La mayor parte del delta es un pantano con manglares, lo que dificulta incluso caminar. Durante la marea alta, el agua cubre las raíces de los árboles, y durante la marea baja, el suelo pantanoso queda al descubierto, dejando al descubierto miles de pequeños cangrejos y millones de mosquitos.


Nos alojamos en un pequeño hotel sobre pilotes, en lo profundo de la selva. Las ventanas estaban cubiertas con gruesas mosquiteras y las camas tenían dosel. Pero ni siquiera con repelentes, esto logró mantener alejados a los mosquitos. Al anochecer, estaban por todas partes. El gato del lugar recibió una picadura tan grave que sus orejas y nariz se habían hinchado al doble de su tamaño normal.

Al día siguiente partimos hacia los indios. Nos recibieron con gran calidez: todos, jóvenes y mayores, vinieron a vernos y luego procedieron a atender a sus invitados.


Las palmeras no solo son material de construcción, sino también fuente de alimento. Un gusano de coco —una gran larva blanca— se implanta en el tronco de una palmera talada. Tras unas semanas, los gusanos mastican el corazón hasta convertirlo en un polvo desmenuzable. Este polvo se extrae con una cuchara, se remoja en agua, se prensa con un colador, se convierte en una especie de masa y se hornea en un pastel. Su sabor es ligeramente dulce y pegajoso, pero agradable. Los gusanos también son un manjar: se comen crudos o fritos.


La dieta también incluye pescado, algo bastante inusual. Las pirañas abundan en los canales poco profundos. Contrariamente a la creencia popular sobre su sed de sangre, aparentemente no representan ningún peligro: tanto niños como adultos nadan allí. Los indígenas preparan una deliciosa sopa de pirañas, y a veces las aves, que cazan con hondas, terminan en la mesa. Existen armas de fuego, pero son caseras, de un solo tiro y con chispa; se cargan por la boca.


Las familias warao son numerosas y tienen muchos hijos. Sin embargo, la población total es pequeña: solo unos 20.000 habitantes. La falta de atención médica es un problema grave, lo que provoca tuberculosis y fiebres.


A pesar de las duras condiciones de vida, los warao sonríen con frecuencia. La vida en la selva les ha enseñado a conformarse con poco y a apreciar las cosas sencillas. Venezuela solía tener programas gubernamentales de apoyo a los indígenas: se construyeron escuelas y se llevó electricidad a las aldeas. Pero con la llegada de una grave crisis económica, estos pequeños pueblos quedaron abandonados a su suerte. Viven como sus antepasados hace cientos de años, recibiendo todo lo que necesitan de la naturaleza, creyendo en un dios cazador y navegando en sus propias embarcaciones.

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Fuente: viajar.ru

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