Al pie de los misteriosos Montes Sibillini se encuentra la ciudad de San Severino Marche. Su historia comenzó entre los siglos VI y IX d. C. con el reasentamiento de los habitantes de la antigua ciudad de Septempeda (Septiembre), que existía ya en el siglo III a. C. y que posteriormente fue conquistada por los romanos, en Monte Nera (Montaña Negra). Desde entonces, la ciudad ha crecido y ahora alberga a unos 13.000 residentes, quienes sienten un profundo respeto por sus raíces y se esfuerzan por preservar las tradiciones, la memoria y la historia de este lugar. Un ejemplo de ello es el festival Palio dei Castelli, que se ha convertido en una tradición. Se celebra anualmente en junio (desde 1972) y su fecha coincide con el 8 de junio, día de la festividad del santo patrón de la ciudad, el obispo Severino de Septempeda, por cuya iniciativa se fundó la nueva ciudad.

¿De qué se trata este festival? El Palio dei Castelli es una fecha memorable para los habitantes de San Severino y, para los turistas, una auténtica oportunidad para sumergirse en la atmósfera del siglo XV. Se trata de una recreación histórica de la vida medieval en San Severino, que suele durar entre diez y catorce días. Durante este periodo, el pueblo se llena de personajes ataviados con trajes de época, y casi a diario se celebran procesiones ceremoniales, competiciones de tiro con arco, carreras de torres de madera alrededor de la plaza central y actuaciones de juglares, tamborileros y trompetistas. Todo ello se desarrolla en un ambiente festivo, con reuniones en las tabernas, y se divide en dos fases: la primera en la plaza central del pueblo y la segunda, la última, en el castillo del Monte Nera, que data de la época de Septempeda.

Hoy tenemos la oportunidad única de viajar al 22 de junio de 2014 y presenciar con nuestros propios ojos la parte final del Palio dei Castelli. ¿Listos? ¡Vamos!

En el castillo de la Montaña Negra, antiguamente una ciudad, se pueden admirar, en excelente estado, grandes secciones de la muralla medieval, dos puertas (una de las cuales se muestra en la foto de abajo) y dos torres, símbolo de la ciudad. Una de ellas, de 40 metros de altura, se llama Torre degli Smeducci (en honor a la familia noble que gobernó la zona) y está adornada con banderas. La otra es la aguja de la Catedral Vieja, construida en 944, restaurada en 1061 y ampliada a finales del siglo XII. Dentro de la catedral reposan los restos del santo patrón de la ciudad, y a la izquierda, en el siglo XV, se añadió un claustro con altas bóvedas; lo veremos al final del relato.


Ya estamos dentro. Aquí, en la pequeña plaza frente al mirador, músicos animados tocan melodías rítmicas y bailan con entusiasmo. ¡Es difícil resistirse a bailar, y el placer de escuchar música en vivo así es simplemente inmenso!



Y cerca de allí, una niña hace malabares con cadenas al ritmo de la música, realizando su hazaña con una virtuosismo excepcional. Es a ella, y no a los músicos, a quien el público aplaude.

La Virgen María, junto con San Severino, protege la ciudad. Y en la foto de la derecha, se puede ver esa misma torre de 40 metros, y no es una ilusión óptica; ¡realmente está inclinada, y bastante!


Por toda la fortaleza se encuentran mesas que exhiben una gran variedad de tesoros artesanales: desde auténticos cascos y espadas, banderas, escudos y otros objetos de caballería, hasta jabón casero, álbumes encuadernados en cuero, artesanías de madera, zapatos cosidos a mano y prendas de punto. Es increíblemente fascinante, al pasar de una mesa a otra, observar cómo elaboran todos estos objetos allí mismo. El impulso de comprar algún recuerdo se vuelve irresistible, y la mano busca la cartera.





¡Aquí, un verdadero quiromántico lee tu mano y descifra las líneas de tu cuerpo! ¿Te gustaría conocer tu futuro y comprender tu pasado?


En este rincón, desde adultos hasta niños, todos aprenden a disparar con un arco real. Fuera de plano, se ve una larga fila.


Y aquí vemos a un muchacho cincelando un diseño, no en madera, sino en piedra. ¡Menudo trabajo! Junto a él se alza su obra de la Virgen —impresionante, considerando que el artista es aún tan joven, y sin embargo, ya todo un maestro—. Los valientes y sonrientes soldados parecen rogar que les saquen fotos. ¡¿Cómo no fotografiar a hombres tan apuestos?!



Regresamos al mirador panorámico, echamos un vistazo hacia abajo, y allí está: San Severino Marche, enclavado al pie de una montaña, rodeado de altas colinas y que parece tan pequeño y desprotegido bajo los rayos del sol poniente. Una vista de cuento de hadas, ¿verdad?

Fuente: viajar.ru